Signo, gesto, curva, expresión fugaz, material sensual, actitud efímera 

  

 
 

Viaja a través de los prolegómenos de la curva, sube y baja, asciende y desciende, en ocasiones varias veces, rodeando monumentos que son otras curvas. Formas femeninas, la mujer como norte de la humanidad, que asciende y desciende, fomentando el calor de la vitalidad del gesto, que se sale de lo programado, pero, a la vez, vuelve a sus límites, controlado, como cuando un cantante de ópera modula y enseña su respiración abdominal. 

Marisa Ordóñez, tanto en su producción pictórica como en escultura, emplea la mujer como eje principal de su discurso plástico. 

No es partidaria de ángulos rectos ni de excesivas líneas, de ahí que todo sean curvas, que modelan, persiguen, estructuran, liberándola de corsés pre-establecidos a la mujer, considerada como personaje, pero antes símbolo, fragmento de una poesía inconclusa, que no acaba de liberarse, soltarse con entera liberad. 

Hay un principio de realismo que subsiste, perdurando en la vitalidad encontrada de la armonía formal, que descansa en el signo, gesto, curva, expresión fugaz, que se expresa en el material sensual –unas veces madera, otras piedra arenisca y también en mármol-, buscando ir más allá de la actitud efímera, dado que no capta el momento, sino el instante del momento. Pero, lo hace de tal manera, que la inmortaliza, es decir que, sin renunciar al gesto, es capaz de viajar a la velocidad de la luz, permitiéndole ser divina y humana a la vez.

 

 

Joan Lluís Montané
De la Asociación Internacional de Críticos de Arte 

 


     

 

 

 

 

 

 

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